domingo, 28 de febrero de 2010

Escucha y obedece

Lucas 8:21-33
21 Jesús contestó:
--Mi madre y mis hermanos son todos aquellos que escuchan y obedecen el mensaje de Dios.
22 Un día, Jesús subió a una barca con sus discípulos y les dijo: "Vamos al otro lado del lago". Partieron,23-24 y mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. De pronto se desató una tormenta sobre el lago, y el agua empezó a meterse en la barca. Los discípulos vieron el grave peligro que corrían, así que, a gritos, despertaron a Jesús:
--¡Maestro, Maestro, nos hundimos!
Jesús se levantó, y ordenó al viento y a las olas que se calmaran. Y así fue; todo quedó tranquilo.25 Luego les dijo a los discípulos:
--¡Ustedes no confían en mí!
Pero ellos estaban tan asustados y asombrados que se decían: "¿Quién es este hombre, que hasta el viento y las olas le obedecen?"
26 Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del lago, a la región de Gerasa.27 Cuando Jesús bajó de la barca, le salió al encuentro un hombre de ese lugar, que tenía muchos demonios.
Este hombre no vivía en una casa, sino en el cementerio, y hacía ya mucho tiempo que andaba desnudo.28-29 Como los demonios lo atacaban muchas veces, la gente le ponía cadenas en las manos y en los pies, y lo mantenían vigilado. Pero él rompía las cadenas, y los demonios lo hacían huir a lugares solitarios.
Cuando este hombre vio a Jesús, lanzó un grito y cayó de rodillas ante él. Entonces Jesús ordenó a los demonios que salieran del hombre, pero ellos gritaron:
--¡Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¿Qué vas a hacer con nosotros? Te rogamos que no nos hagas sufrir.
30 Jesús le preguntó al hombre:
--¿Cómo te llamas?
Él contestó:
--Me llamo Ejército.
Dijo eso porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.
31 Los demonios le rogaron a Jesús que no los mandara al abismo, donde castigan a los demonios.
32 Cerca de allí, en un cerro, había muchos cerdos comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús que los dejara entrar en esos animales, y él les dio permiso.33 Los demonios salieron del hombre y se metieron dentro de los cerdos. Los cerdos corrieron cuesta abajo, y cayeron en el lago y se ahogaron.
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Las olas escuchan y obedecen, el viento escucha y obedece, los demonios escuchan y obedecen. La familia de Jesús está conformada por los que escuchan y obedecen. Yo, la mayoría de las veces no escucho y casi siempre que escucho no obedezco, porque obedecer tarde, es como desobedecer. Soy rebelde, tengo un plan mejor que el de Dios para mi vida. Sé que es lo correcto y soy un hombre determinado aunque muchos me dicen terco, necio o testarudo.
Siempre se habla mal de los demonios pero en este pasaje ellos también previa petición, escuchan y obedecen. ¿Es posible que sepan algo que nosotros los sordos y desobedientes no sabemos? Mi gusto por desobedecer nace de mi concepto de libertad. Libertad, para mí, es hacer lo que me dé la gana, a la hora que me dé la gana, porque me da la gana, las veces que me dé la gana, en donde me dé la gana. Eso suena maravilloso, perfecto y divertido. El problema es que esa “libertad” me termina esclavizando y termina multiplicándome por cero.
Había una vez un bombillo que quería ser elefante, busco toda su vida engordar, tener orejas largas, trompa e incluso viajar al África en búsqueda de sus colegas, pero una y otra vez terminaba quebrado. Un día se dio cuenta de que estar dentro del sócate eléctrico era muy cómodo. Además daba una luz intensa que era muy apreciada por otros. Muy pronto sintió una sensación de libertad increíble y pensó -Somos libres cuando somos quienes debemos ser. Pero ¿Quiénes debemos ser? El fabricante sabe, General Electric sabe, El Creador del cielo y la tierra sabe.
Yo no sé porque suceden tantas cosas horribles. Nos preguntamos una y otra vez ¿Por qué? sin encontrar respuestas. Pero no importa lo frágil o insignificante que sea nuestra existencia, nunca somos más libres que cuando somos quienes debemos ser. Ponte en armonía con el universo, solo escucha y obedece lo que Jesús dice.
Mientras escalaba una montaña, alguien perdió uno de sus lentes de contacto. Al llegar a la cima y sabiendo del peligro de descender sin poder ver bien, oró al Dios que puede ver cada rinconcito de su creación, pidiéndole que pudiera recuperar su lente. Otra persona que venía subiendo al llegar preguntó ¿Alguien perdió un lente de contacto? Luego de dárselo le dijo –paré un momento y vi lo que parecía un lente caminando. Era un bachaco que lo llevaba y pensé que a alguien se le había perdido. Tiempo después un hombre puso esta anécdota en dibujitos de caricatura y del bachaco salía una voz que decía –No sé porque tengo que llevar esto tan pesado y que además sabe tan mal, pero si tú me lo ordenas Señor, lo haré.