martes, 27 de julio de 2010

¿Por qué estás tan enojado?


En mi adolescencia me entré y me entraron a golpes muchas veces. Recuerdo haber hundido mis pulgares en el cuello de un joven de solo 14 años. Tengo claro en mi memoria la edad, porque su papa vino esa noche con sus hijos, morochos, moreteados, a la puerta de nuestra casa para reclamar. Mamá me defendió esgrimiendo en base a las edades de cada uno. Yo solo tenía 12 años, más ellos eran dos. Puedo recordar, muy bien, cómo me dolía desde la frente hasta los dedos de los pies al intentar dormir, pero si me preguntan ¿Por qué fue la pelea? Ni idea.
Mi hermano Roy no pudo escapar de mi mal humor y soportó patadas, golpes y, peor aún, grandes desprecios. En la Biblia encontramos a Caín quien, después de matar a su hermano escucho a Dios preguntar: ¿Dónde está tu hermano Abel? Su respuesta es una frase con la cual me identifiqué por muchos años: “No lo sé, ¿Acaso yo soy guarda de mi hermano?” Caín estaba Molesto y cabizbajo como lo estuve yo por demasiados años. Leamos algo de su vida en Génesis capitulo 4.

“El hombre se unió a su mujer Eva, y ella concibió y dio a luz a Caín. Y dijo: «¡Con la ayuda del Señor, he tenido un hijo varón!»2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a pastorear ovejas, mientras que Caín se dedicó a trabajar la tierra.3 Tiempo después, Caín presentó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.4 Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, 5 pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo. 6 Entonces el Señor le dijo: « ¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo?7 Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo.» 8 Caín habló con su hermano Abel. Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano y lo mató. 9 El Señor le preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
—No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano? 10 —¡Qué has hecho! —exclamó el Señor—. Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia.11 Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra, la cual ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano, que tú has derramado.12 Cuando cultives la tierra, no te dará sus frutos, y en el mundo serás un fugitivo errante. 13 —Este castigo es más de lo que puedo soportar —le dijo Caín al Señor—.14 Hoy me condenas al destierro, y nunca más podré estar en tu presencia. Andaré por el mundo errante como un fugitivo, y cualquiera que me encuentre me matará. 15 —No será así —replicó el Señor—. El que mate a Caín, será castigado siete veces.
Entonces el Señor le puso una marca a Caín, para que no fuera a matarlo quien lo hallara.16 Así Caín se alejó de la presencia del Señor y se fue a vivir a la región llamada Nod, al este del Edén.”
Lo último que se sabe de Caín fue que se casó, tuvo un hijo al que llamó Enoc, y así llamo también la ciudad que construyó. Caín estaba orgulloso de su hijo y llegó a ser un hombre emprendedor y trabajador. Logró comenzar de nuevo de la nada sin la bendición y presencia directa de Dios. ¿Qué lo impulsaba? Él mismo. Caín pudo estar fácilmente en la revista “Fortune” con un subtitulo diciendo: “Uno que se hizo a sí mismo.”
Pareciera que el castigo de Dios no le hizo tanto daño a Caín. Caín había negociado con Dios su condena argumentando sagazmente algunas razones por las que Dios debía disminuirla. El primer argumento fue, “este castigo es demasiado.” De lo cual podemos inferir que Caín no se encontraba en un estado de arrepentimiento por matar a su hermano. El era ese tipo de persona, segurísimo de sí mismo, que dice –yo no me arrepiento por nada ni por nadie- Lo otro que podemos deducir es que Caín trataba a Dios como a un tipo que se podía equivocar y del cual había que estar pendiente para corregirlo. “Mira, ¿no te parece que estás exagerando un poquito? Maté a una sola persona, no fue ‘EL Holocausto.’”
Luego Caín le dice a Dios: “Hoy me condenas al destierro, y nunca más podré estar en tu presencia.” Como si le importara mucho la presencia de Dios, Caín intenta manipularlo, dejando ver una vez más su bajo concepto de Aquel que todo lo sabe. Debemos recordar que ni Caín ni su ofrenda fueron gratos ante Dios. Mientras Abel había ofrendado lo mejor como un reconocimiento de la grandeza de Dios, Caín simplemente dio algo de su cosecha. Tal vez, a Caín le dolía perder buenas tierras, pero en cuanto a la presencia de Dios, el era como un trabajador corrupto a quien le quitan el supervisor. Caín sabía actuar diciendo lo que él estaba seguro que Dios quería oír.
Finalmente Caín llega a lo que realmente le interesa, que no lo vayan a matar. Quiere que Dios le de alguna garantía por su vida, porque él piensa que, cualquiera que lo encuentre lo matara. Esto porque, “el hombre malo huye sin que nadie lo persiga” y también porque era alguien despreciable. Caín terminó sintiéndose odiado por muchos, y si antes de matar a su hermano, estaba furioso y cabizbajo, no me lo puedo imaginar tratando de sembrar en una tierra árida y/o dura.
Pero Caín fue también un mentiroso temerario. Porque yo les digo algo, yo lamentablemente he mentido muchas veces, pero mentirle al Dios, que lo sabe todo y conoce nuestro corazón, es una gran estupidez. Cuando Dios le pregunta a Caín ¿Dónde está tu hermano? Él le responde: “no lo sé”. Pero a menos que haya dejado el cuerpo en un rio, él sabía muy bien en donde había dejado el de su hermano. Caín invitó a Abel a dar un paseo sin la menor de las ganas de pasear y menos aun, con su hermano. Pero eso sí, molestísimo. Me puedo imaginar a Abel diciendo mientras caminaban -que bonito es ese pájaro verdad- y a Caín respondiendo con una sonrisa hipócrita –mmmju lindo, lindo-
Al igual que Caín en mi juventud fui extremadamente egocéntrico, no había un lugar importante para Dios porque todo lo ocupaba yo. Quería sobre todo, ser popular o por lo menos aceptado. Pero en mi afán por lograr mis metas egoístas perdí la oportunidad de ser un buen hermano, de reírnos juntos en nuestra niñez y juventud.
¿Qué pasa cuando tú eres el dios del planeta “noexiste” pero vives en el planeta “Tierra?” Chocas continuamente con la realidad. Tristes y cabizbajos nos esforzamos por construir nuestra propia ciudad sin Dios y sin nuestro hermano. Luego de construirla nos sentamos y decimos “que bonita me quedo, soy un hombre capaz, miren lo que hice” y esa es toda nuestra triste recompensa.
Antes del asesinato Dios le dijo a Caín: “tu puedes dominar esa maldad que llevas por dentro.” ¡Podemos! Aunque mil batallas perdidas nos digan lo contrario, podemos dominar a la fiera. Podemos darle la espalda a esa esclavitud que nos hace ser menos de lo que Dios planeó para nosotros. Una forma es seleccionando de lo mejor que tengamos y ofrendarlo en secreto al Señor. Pero hay una diferencia abismal entre lo mejor y cualquier otra cosa.
Varios fuimos invitados para promocionar nuestro querido seminario en el estado Zulia, un estado petrolero con un clima caliente. Me asignaron para predicar en dos iglesias, una en Maracaibo y otra en Cabimas. La primera iglesia gozaba de un templo espectacular, muchos instrumentos musicales y el púlpito más grande que había visto. Luego de mi sermón y antes de trasladarme a la siguiente iglesia se me acercó un hombre con un sobre grande y nuevo. Yo disimuladamente vi a través del sobre y no lo podía creer, ¡un billete de 5.000!
Yo los había visto en foto y había conversado de lo mucho dinero que era en un solo billete, pero nunca había tenido uno en mis manos. De camino a la otra iglesia intenté concentrarme en lo que tenía que decir, pero mucha de mi atención estaba en torno al billete. Al llegar al templo me pude dar cuenta que allí la situación económica era diferente, no era un templo espectacular, ni había multitud de instrumentos, pero la gente estaba cantando alegremente al Señor. Entonces, parado a unos metros de la cesta donde la gente colocaba sus ofrendas, escuché una voz en mi conciencia: “Ofrenda el billete de 5.000.”
Comenzó entonces una lucha brava, porque yo ya tenía planes para mi billete. No eran malos planes, quería comprar regalos para mi familia y algunas cosas para mí. Por eso le planteé a Dios una salida al conflicto: “Te doy el 10% como símbolo de los 5.000.” Yo tenía un billete de 500 que era para sufragar cualquier gasto que se me presentara. Pero en algún momento en medio de aquella batalla recordé cuanto sufrimiento yo había padecido por desobedecer al Señor y cuanta dicha, alegría y paz sentía al serle fiel.En el momento de las ofrendas y antes de que se me cruzara otro pensamiento anti-ofrenda, caminé rapidito y puse los 5.000 en la cesta de las ofrendas. Me sentí gozoso y listo para predicar. Al finalizar se me acerco un hombre con un sobre arrugado y pequeño diciéndome: “hermano, es poco pero se lo damos con mucho amor.” Al otro día tuvimos tiempo libre para conocer la ciudad y hacer compras por lo que revise con cuánto dinero contaba. Fue una gran sorpresa y una gran lección cuando abrí aquel sobrecito arrugado y encontré el billete de 5.000.