viernes, 9 de marzo de 2012

Sacado de las aguas


Alguien dijo una vez, que si Dios te dice que vayas en una dirección, debes tomar un avión, carro, autobús, o caballo, e ir lo antes posible. Si no tienes a tu disposición ni siquiera una bicicleta, debes caminar. Y si no puedes caminar, trata de caer en la dirección que Dios te ha indicado. “La fe sin acción es muerta”, dicen las escrituras. Cumplir con algo que Dios nos ha demandado, es una de las fases más duras de la fe. La fe tiene por lo menos 4 fases. La primera fase comienza con Dios llamándonos, diciéndonos o haciéndonos entender algo. La segunda, está en nuestras manos, y consiste en que le creamos. Que le creamos a pesar de lo descabellado que parezca la orden. Si Dios te dice: Quiero que construyas un arca gigante de madera donde navegaran un montón de animales, se producirá en ti una verdadera lucha. Porque cuando nos toca creerle al Señor, nos toca también, lidiar con una crisis. Una vez que le hemos creído “lo suficiente”, entonces comenzamos con la tercera fase y comenzamos a recolectar la madera para el barco. En esta etapa se encontraba la madre de Moisés cuando comenzó a buscar una cesta de juncos y la calafateo para poner a su bebe.

Después de muchos meses sin leer la Biblia y de sentirme, frecuentemente, abandonado por Dios, este pasaje fue uno de los primeros al retomar mi lectura de las sagradas escrituras. Lo he repasado varias veces con lágrimas. Al principio no sabía ¿porque esta historia me hacía tan sensible? Pero luego de leerlo y releerlo creo que Dios me dio una respuesta. El que estamos por estudiar es uno de los episodios más bellos de la Biblia. La palabra “fe” no se encuentra en ninguna parte del pasaje, pero Dios me permitió inferir que la fe es su columna vertebral.

Éxodo 2

El nacimiento de Moisés

(Dijo el faraón rey de Egipto: “¡Echen al río a todos los niños israelitas que nazcan, para que se ahoguen, pero dejen con vida a las niñas!”)

1 Un hombre y una mujer se casaron. Los dos eran de la tribu de Leví. 2 Tiempo después ella quedó embarazada y tuvo un hijo. Al ver la madre que el niño era tan hermoso, lo escondió durante tres meses. 3 Como no pudo seguir escondiéndolo, tomó una canasta de juncos, le tapó las rendijas con asfalto y pasta de resina, y puso al niño adentro; después fue y dejó la canasta entre los juncos que crecían a la orilla del río Nilo. 4 Sin embargo, la hermana del niño se quedó a cierta distancia, para ver qué pasaba con él.

5 Más tarde, la hija del rey de Egipto bajó a bañarse al río. Mientras caminaba por la orilla con sus sirvientas, vio la canasta en medio de los juncos y mandó a una de sus sirvientas que fuera a traerla. 6 Cuando abrió la canasta, y vio al niño llorando, le dio lástima. Sorprendida gritó: « ¡Es un niño israelita!»

7 En ese momento la hermana del niño salió y le dijo a la princesa:

¿Quiere Su Majestad que llame a una mujer israelita para que alimente y cuide al niño?

8 Y ella contestó:

—Anda, ve a llamarla.

La hermana fue y llamó a su mamá. 9 Cuando la madre llegó, la princesa le dijo:

—Llévate a este niño a tu casa. Aliméntalo y cuídalo por mí, y yo te lo pagaré.

La madre se llevó al niño y lo cuidó. 10 Cuando el niño creció, se lo llevó a la princesa. Entonces ella lo adoptó como su propio hijo y le puso por nombre «Moisés», que quiere decir «Yo lo saqué del agua».

Este milagro comenzó, varios siglos antes, con Dios escogiendo a Moisés por pura misericordia. Pues “...no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga compasión”. Con escoger a Moisés para cumplir su plan, Dios también escogió a muchísimos otros para participar en él. Pero no todos reaccionaron de la misma manera. Algunos lo rechazaron de plano: Pues en la Escritura Dios le dice al rey de Egipto: «Te hice rey precisamente para mostrar en ti mi poder y para darme a conocer en toda la tierra»” dado lo testarudo que llego a ser. Otros, incluyendo al propio Moisés, dieron vueltas y vueltas en el desierto sin alcanzar la tierra prometida. Sin embargo, una mujer de la tribu de levi tomo el pedacito del plan de Dios que le correspondía y lo ejecutó lo mejor que pudo. La madre de Moisés podía presentir que su bebe no moriría. Muchas otras madres hebreas cumplieron lo sentenciado por el rey “echando a sus bebes al rio”. La madre de Moisés sabía algo.

Algunas veces, gente queriéndome animar me dice: “no te preocupes Reinaldo, ten fe, que todo va a salir bien”. Esa frase me hace pensar: ¿Qué querrá decir: “salir bien”? Son abundantes las historias de cristianos a quienes todo les ha salido bien cuando Dios les ha dicho que “arreglen su casa pues morirán” y han finalizado su vida terrenal, dichosos, llenos de paz. Para Pablo la muerte era una ganancia. La fe no se trata de mí y mis deseos, se trata de Dios. No es lo que yo quiero, sino lo que El quiere que yo sepa y haga.

Este episodio de Éxodo me recuerda la oportunidad cuando Jesús sanó a un paralítico. Mateo 2 dice: Después de algunos días, Jesús entró otra vez en Capernaúm. Cuando se supo que estaba en casa, 2 inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. 3 Entonces vinieron a él unos trayendo a un paralítico, que era cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, quitaron parte del techo de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos…” La fe no la venden en la farmacia, pero se puede ver. Y como comienza con Dios como autor y termina con Dios como consumador, siempre se cumple. ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde? ¿Por qué? muchas veces no lo sabemos. Lo más probable es que la madre de Moisés desconocía la manera tan perfecta como Dios habría de salvar a su hijo, pero ella ejecutó a perfección la parte que a ella le tocaba.

El encuentro del bebe de la cesta con la hija del faraón fue uno de los primeros milagros en la vida de Moisés. Dios usa los mecanismos de su creación para realizar sus milagros, después de todo “su creación es buena”. Alguien dijo que lo de abrir las aguas en dos no fue un milagro, pues cada cierto tiempo las aguas bajan por un fenómeno natural. Pero las aguas se abrieron y cerraron en el momento perfecto. Si las aguas tan solo bajaron al nivel de las rodillas, entonces fue un milagro aun mayor, el hecho de que Dios ahogó al ejército Egipcio con ese poquito de agua. El tiene un tiempo perfecto para hacer cosas perfectas.

Hace ya bastantes años, Dios me dijo que me sanaría. El Señor pudo decirme con toda justicia lo contrario, pero él ha tenido misericordia de mí. Les confieso que muchas veces dudo si fue simplemente mi imaginación, pues han pasado los anos y mi salud se ha venido deteriorando. Y para empeorar las cosas, siempre hay “amigos de Job” diciéndome que no tengo fe. Pero Éxodo 2 me hace saber que debo mantenerme calafateando mi cesta de juncos, y si un día ya no puedo caminar, intentare caer en dirección a ella.