viernes, 4 de febrero de 2011

Normas vs. cristianismo

La iglesia de un pueblito tenía como norma que: “El cine era pecado”, y la gente que salía de ese pueblo salía pensando que un buen cristiano nunca iría a ver una película. Pero aquel pueblito tenía una sola sala de cine y en dicha sala solo presentaban películas pornográficas. El asunto no era el cine sino la pureza de la gente de la iglesia. Un famoso predicador solía llamar al televisor “El cajón del diablo” y unos años después apareció decenas de veces y en horario estelar en dicho cajón, predicando a Jesucristo. Es que, lo que no tiene voluntad, como un televisor, no puede ser bueno o malo. Mientras que la obra del Espíritu Santo es dinámica, interactiva y creciente, las normas humanas pueden ser tan estáticas como una estatua.
Me gusta tomarme una cerveza de vez en cuando, bailar merengue con Danielle y escuchar música de diversos géneros y procedencias. Al mismo tiempo, entiendo, respeto y admiro a muchos cristianos que se guardan de no hacer estas cosas como una ofrenda personal a Dios. Pero es importante poder ver las diferencias entre el cristianismo y las normas humanas. Es relevante porque, “los de afuera” pueden llevarse la impresión de que el cristianismo consiste en: una lista de cosas prohibidas y otra de cosas que hay que hacer. Y esta carga no solo distorsiona la verdad, sino que además puede desanimar a muchos que quieren seguir a aquel que dijo: “mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
Otro problema con las normas y sus jueces es su poca eficacia contra nuestra naturaleza pecaminosa. Si bien, las normas son buenas porque nos permiten fijar límites e imponer sanciones que nos ayudan a ser mejores ciudadanos, hijos, esposos etc., creer que solucionarán el problema de nuestros apetitos carnales es muy ingenuo. Como lo dice Pablo: “no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”. El pecado comienza en nuestra mente y corazón, y es allí donde Pablo nos plantea soluciones poderosas y definitivas.
Colosenses 2:16-3:7
16Por tanto, que nadie se constituya en vuestro juez con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo;
17cosas que sólo son sombra de lo que ha de venir, pero la realidad, pertenece a Cristo.
18Nadie os prive de vuestro premio deleitándose en la humillación de sí mismo y en la adoración de los ángeles, basándose en las visiones que ha visto, hinchado sin causa por su mente carnal,
19pero no asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con un crecimiento que es de Dios.
20Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos tales como:
21no manipules, ni gustes, ni toques
22(Todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres?
23Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne.
Colosenses 3
1Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
2Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
4Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria.
5Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.

Aunque Pablo esta refiriéndose en este pasaje a cristianos judaizantes, los principios aplican a cualquier legalismo actual. Las religiones son un conjunto de normas con sus respectivas ceremonias litúrgicas. El cristianismo no. Los cristianos son un conjunto de personas perdonadas gratuitamente y pueden estar debajo de un árbol con alguien diciendo un dicho de Jesús, o en una catedral con la Biblia presentada digitalmente. En tal sentido, alguien sin cumplir con absolutamente ninguna norma podría escuchar a Jesús decir: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. Porque ir humilde a Jesús y reconocerlo como Señor no es hacer algo, sino ser sincero.
La “mente carnal” concibe al cristianismo como una empresa humana y trata a sus clientes con normas humanas para impulsar, muchas veces, la imagen de un líder. Entonces aparecen “el que ora con poder”, el que “tiene la visión del ángel”, o “el que tiene la interpretación privada de las escrituras”, cuando la Biblia enseña justamente lo opuesto. En la Biblia el protagonista es siempre Dios y la iglesia es un cuerpo donde todo miembro es valioso y “la cabeza es Jesucristo”.
Entonces ni las normas ni los súper líderes pueden hacer algo realmente valioso contra el pecado. Jesús nos enseña que cuando codiciamos a la esposa de otro, ya hemos adulterado con ella sin haber movido un dedo. Romanos dice: “…cambia tu manera de pensar para que cambie tu manera de vivir…” Y cuando la religión está centrada en la conducta es muy susceptible a la hipocresía, por eso está escrito: “Este pueblo me honra de labios pero su corazón está lejos de mi”. Cuando la Biblia nos dice: “el que robaba que no robe más” lo hace como un dibujo de quienes podemos ser, no como una norma que ha de cambiarnos. En el cristianismo, primero somos “superman” y luego volamos, pero no por ponernos una capa podremos lanzarnos al vacio. Es decir, porque somos nacidos de nuevo, podemos hacer lo bueno y desechar lo malo.
Pero cómo, después de haber “tenido la mente ocupada en malas obras,” podemos llegar a ser puros. Lo primero es morir, renunciar, deponer nuestro ego, ponernos en segundo plano, destronar al “yo”, desconfigurarnos. Vivimos en un mundo altamente ególatra, donde lo de: “negarse a sí mismo” es una ridiculez. Tantas cosas que quiero experimentar y sentir: mi éxito, mi carrera, mis metas, mi imagen, mi liderazgo, mis sueños, mi confort, mi búsqueda, mi bienestar, mi salud, mi apariencia, mi dinero, mí, mí, mí. Pero Jesús nos explica que si el grano de trigo no cae y muere no renacerá como una nueva planta de trigo, con mucho más trigo, por cierto. La Biblia asegura que si no morimos, nunca dejaremos de ser unos esclavos de nuestros deseos.
El segundo paso ante el pecado, es darle la preeminencia, trono, gobierno, control, presidencia, señorío, reinado de nuestras vidas a Jesucristo. Decir: “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi”, o como dice la carta a los colosenses: “…para que en todo tenga Él la preeminencia.” No es fácil ver los pensamientos correctos en el “desktop” cuando estamos al borde de una tentación, es una “Guerra Espiritual” donde debemos usar con habilidad las armas espirituales que son: La verdad, la justicia, el evangelio de la paz, la fe, la salvación y la palabra. Fíjense como Jesús magistralmente las usa ante el tentador diciéndole: “Al Señor tu Dios adoraras, y a Él solo servirás”.
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Luego de que hemos muerto y resucitado con Cristo establecemos una base de operaciones poderosísima que requiere de nosotros una actitud: “mirar hacia arriba”. “Donde está nuestro tesoro, allí esta nuestro corazón”. “El Reino de Dios es como un tesoro escondido que un hombre al hallarlo encubre y vende todo, todo lo que tiene para comprar aquel campo”. Solo la gente despierta se puede dar cuenta de que “una sombra” vale menos que la realidad. Y “la realidad pertenece a Jesucristo”. Nuestra “esperanza está reservada en los cielos” y para efectos de este mundo, estamos muertos.
En resumen, ser cristiano es una entrega total y voluntaria a Jesucristo y ante esto, cualquier norma se queda pequeña. Es verdad que muchos necesitamos rudimentos, bastones, pasamanos para poder avanzar, pero también es cierto que no podemos quedarnos pasmados en ellos. Un hombre quien fue adicto al alcohol por muchos años intentó docenas de veces dejarlo, pero no fue hasta que entendió y creyó que: “Jesús lo amaba tal como era”, que dejo de sentirse miserable y sin valor alguno. Entonces pasó lo que ninguna norma había logrado: comenzó a no necesitar emborracharse para escapar. Una cerveza no es buena o mala. El dinero no es bueno o malo, el televisor, la cafeína, el internet es lo que lo hagamos ser. Pero cuando Jesucristo es preeminente, cada aspecto de la vida, desde el más insignificante hasta el más trascendente, ocupa el lugar correcto y funciona correctamente.

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