martes, 29 de diciembre de 2009

Humildad

Humildad:
Filipenses 2:3-11

"No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.4 Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.
5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,
6 quien, siendo por naturaleza Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo
y haciéndose semejante a los seres humanos.
8 Y al manifestarse como hombre,
se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!”


En el año de 1999 yo era pastor de la iglesia Bautista Bethel. El antiguo templo donde trabajé está en los Frailes de Catia en Caracas, muy bien construido por cierto. A mediados de ese año empecé a vivir en dicho templo, al cual algunos le tenían terror por sus ratones, cucarachas y sonidos extraños. Dormí en el sitio de predicar, en un catre que me regalaron. Poco después se me unió Leonardo Boyer, un estudiante de ingeniería en la UCV que necesitaba residencia. Recuerdo que dicha necesidad de residencia nos hizo orar con mucha ilusión por una residencia estudiantil donde se enseñara la palabra. Me asombra pensar que unos años después se materializó increíblemente en “Mi Alegría”, pero bueno, esa es otra historia.

Teníamos a varias personas molestas por el hecho de ver a su pastor vivir en aquel sitio tan inhóspito, y luego mucho más porque nos dio por recolectar comida y colchonetas para personas que “no existían”. Por un lado estaba un seminarista que trabajaba en la iglesia. El me decía que era una locura recaudar recursos sin que nadie los necesitara, y eso me daba mucho temor. Una hermana con mucha autoridad me decía que yo parecía un marginal. Mi novia me decía que ella quería estar con un hombre más normal y esperaba pacientemente que yo cambiara.

Entonces se dio una tragedia en Vargas que mató a mucha gente por un deslave de la parte costera del Ávila cuando por muchos días llovió y llovió sin parar. Mucha gente perdió su vida y/o su casa, y/o sus cosas. De una señora, solo se podía ver su mano pues el barro cundió hasta varios pisos de hoteles de lujo. Aun así, una noche el seminarista me dio un ultimátum y quedamos de acuerdo delante de un testigo de que si esa noche no llegaban personas con necesidad, donaríamos la comida y colchonetas que teníamos “acaparadas”. Recuerdo que había llegado una donación de colchonetas de la UCV por medio de Leonardo. El templo estaba repleto de colchonetas y comida no perecedera. Lo que no había eran personas que las necesitaran.

Esa noche me asomé afuera, ya rendido, y de manera muy suave vi a Rubén cansado y sucio viniendo al templo con cara de “¿qué pasó?” Me dijo - Dice mi papa que si nos podemos quedar unos días en el templo. A lo que le respondí – Vengan, porque los estamos esperando.

Rubén era el hijo de Eleida y Oly Mujica, quienes habían ido años atrás como misioneros cerca de Carmen de Urea (zona bien afectada) por medio de un esfuerzo de la familia Crawford y sus colaboradores. Su casa no había sufrido daños pero las de sus vecinos sí, por lo que los bomberos la mandaron a desocupar. Ellos habían servido con desalinizadoras, proveyendo agua dulce a la gente y dándoles aliento con la palabra de Dios, pero ya estaban exhaustos.
Oly, Eleida y sus dos hijos llegaron esa noche con otra familia que tenía unos niños catiritos bien bonitos. Luego se unieron 3 familias grandes de Blandin (un barrio cerca de la carretera vieja de la Guaira que sufrió grandemente). Esa noche el templo quedó lleno y yo lleno de admiración por lo que Dios había hecho.

El aeropuerto de Maiquetía había sido cerrado, por lo que una gringa llamada Danielle (ahora mi esposa) no pudo regresar a casa. Ella y su amiga Meredith decidieron hablar con mi amigo Xergio, quien era pastor en Sarria, diciéndole que querían hacer algo por la gente que estaba sufriendo. Xergio les dijo que solo una iglesia Bautista estaba albergando gente damnificada por lo que llegaron a Bethel.

La verdad no recuerdo que ropa tenia puesta Danielle el día que la conocí, pero si sé que traían una sopa muy sabrosa, y mucha comida más. También recuerdo como se sentó en el piso con los niños de las familias afectadas y ellos se veían felices al jugar los juegos que Danielle les enseñaba. Años más tarde ella me confesó que había sentido, por esos días, que podía vivir en aquel templo cumpliendo con el propósito que Dios le había invitado a experimentar.

Por años yo pedí a Dios, muchas veces con lagrimas, por quien habría de ser mi esposa y fui novio de muchachas muy especiales, pero la actitud de Danielle ese día, marcó sin darme cuenta, el comienzo de una amistad singular. Con el devenir de los años, viajé a México por un tratamiento alternativo para el cáncer y Danielle fue hasta allá.

Fue en una playa mexicana donde le di a Danielle un primer beso que marcó el comienzo de una relación formidable. Yo, un hombre enfermo y desanimado, proveniente de uno de los bloques más descuidados y con más droga de Caricuao y con un promedio de notas bajo, hacía un fuerte contraste con Danielle, sus ojos, su cabello, su sonrisa, sus datos académicos excelentes pero ante todo la capacidad de dar mucho a cambio de nada. Mi Danielle casi no se maquilla pero como dijera San Pablo, hay virtudes que hermosean a una mujer.

Luego del tratamiento fuimos a Texas, mi mama (Rita), Danielle y yo. Pude constatar lo bello que era aquella sabana llena de animales, casas dignas de fotografías y carros enormes de lujo. Pero guardo una fotografía mental de Danielle saltando la talanquera para darles comida a unos caballos, parecía Deisy la hermana de los Duques de Hazard.

Dicen que debes ver en una pareja las tres bases del amor que a su vez son tres palabras griegas para una sola en español o inglés. En griego amor es: Fileo (el amor que se tienen los amigos aquellos que emprenden sueños juntos, que tu novia(o) sea tu pana), Eros (que te guste la carne de tu hombre o mujer, que sea atractivo(a) para ti) y Agape (el amor que Dios da, el amor humilde que está listo para renunciar a lo que es propio para ayudar a otro) He visto los tres en mi Danielle, pero lo que más me ha impresionado es su amor humilde. La admiro mucho.

La humildad se va dando en nuestras vidas en la medida que entendemos que nuestra competencia proviene de Dios - que Él pone en nosotros el querer como el hacer y que toda buena dádiva proviene de Él. El humilde permite que Dios haga cosas por medio de él. Cuando tengo problemas, suelo pedirle a Dios con angustia, pero cuando todo sale bien no puedo evitar una voz que me dice “eres excelente.” Es cuando fácilmente me creo la última Pepsi-Cola.

No se trata de tener una baja autoestima, ni de mentir diciendo que no somos doctores cuando en realidad hay un titulo que dice que lo somos. Se trata de entender que somos lo que somos gracias a Dios. Por esta razón, ante terceros no nos queda otra que considerar a otros como superiores a nosotros mismos.

Por cierto en la UCAB, Universidad Católica Andrés Bello estudió mi amigo Xergio, para entonces él era casi que un “malandro” con carro y celular (que era un lujo en aquellos años.) Un día decidió junto a otro cobrar peaje para entrar al salón (los salones de la UCAB suelen ser de muchísimas personas,) por lo que se amontonó un gentío en las escaleras esperando que llegara el profesor y pusiera orden. Llegó un joven, y para el asombro de todos, pagó el peaje y entró. Al otro día en un periódico Xergio vio la foto de aquel joven que había pagado el peaje. Al leer el artículo se percató de que era campeón nacional de Taekwondo, un arte marcial, y que representaría pronto al país. El único que pagó era el único que podía quitarle los brazos.

Los humildes suelen ser personas muy capaces. Siempre están aprendiendo, mejorando, innovado pues suelen decirse, después de ser excelentes, “solo sé que no sé nada”. Después de ser humillado hasta la muerte y muerte de cruz, Jesús fue elevado a la posición más elevada conocida. Dios da gracia a los humildes.

Hace ya más de 10 anos mi Papá me compró unos zapatos formales hechos a mano. Los zapatos eran negros y a la medida. Recuerdo que yo caminaba viendo, no solo cuanto brillaban, sino cuanto iban a brillar luego de que yo los puliera muchas veces. Un domingo en la mañana, ya listo para ir a la iglesia, fui a arrodillarme para orar y, al momento de hacerlo, recordé que se me iban a rayar la punta de mis zapatos. Fue entonces cuando escuché una clara voz a mi conciencia diciéndome: “Nunca dejes que nada en este mundo te impida arrodillarte ante mi”. La humildad comienza por reconocer que cualquier cosa, pensamiento o persona conocida o no conocida estará un día bajo el Señorío de Jesucristo. O dicho en otras palabras:
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre,
10 para que ante el nombre de Jesús
se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra
y debajo de la tierra,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.


La humildad precede a la exaltación. Esto puede traducirse de muchas y diversas maneras. Aquel que se esfuerza por aprender, aquel que lucha por alcanzar nuevas metas o el que se humilla por la mujer que ama. Me gustaría darte maneras prácticas, no realmente para ser humilde sino para recordarte como dijo David: ¿quién soy yo para que tengas memoria de mí? Porque si bien Dios no nos olvida, nosotros si olvidamos que somos ante todo sus siervos. Los siervos son los que logran descubrir vacunas, tener restaurantes famosos, ser excelentes maestros, músicos virtuosos, o verter sus vidas a favor del crecimiento de otros aunque ello signifique que ellos mermen. Cuando Carlos Raúl Villanueva desdibujó lo que sería la Ciudad Universitaria (Patrimonio mundial de la humanidad) no estaba pensando en cuánto dinero ganaría, aunque ganó mucho, ni cuanta fama tendría aunque se hizo famoso. Carlos pensaba en lograr un sitio realmente útil para los estudiantes y con los años esto se tradujo en uno de los sitios más bellos del mundo.

De manera de no olvidar quien soy, procuro: abrir las puertas a otras personas aunque las considere inferiores a mí. Hacerme a un lado y ceder el paso caminando o manejando. Expresar disculpas y perdonar cada vez que se me presente la oportunidad. Escuchar con atención las opiniones de los demás teniendo muy presente que puedo estar equivocado. Tratar con excelencia no solo a los que aparentan serlo sino al mendigo y al poco educado. Mantener mi cuerpo físicamente listo para servir a otros. No considerarme dueño de los cumplidos que me hacen, sino aprender a remitirlos gentilmente a Dios. Estos ejercicios no garantizan humildad a quien los practique pero pueden lograr recordarnos continuamente quienes somos, que si es un paso hacia ella.

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